Sí se puede y está demostrado empíricamente. Aclaramos términos. Ayudar es algo que podemos hacer como padres para aumentar las capacidades de nuestros hijos en su futuro. Triunfar, en sentido amplio, es ser mejores en muchos aspectos de sus vidas. Desde la resistencia a los vicios hasta el éxito profesional, pasando por la resiliencia y muchos otros retos.

Cuando uno ve el desarrollo de los jóvenes en Corea del Sur o en China, no puede sino sentir un desasosiego terrible. Allí se practica hasta el infinito la ley del esfuerzo y la competencia. Estudian y trabajan duro, muy duro; en Europa no se hace desde la postguerra. Nosotros, los padres, provenimos de una educación de los abuelos, los herederos de la postguerra. Época dura que les enseñó y grabó a fuego principios como la necesidad/obligación del trabajo duro y la permanente visión de un futuro que de nuevo podría quebrarse.

Fíjense cómo ha cambiado la cosa; jornadas de 30 horas, pensiones dignas a veces y la sociedad del bienestar en general. Difícil mantener nada de ello con una mentalidad hiperprotectora e hiperconfiada en una Europa hoy muy alejada de la gloria de antaño. Es una pena, pero nuestros chicos van a tener que pelear y duro con otros, entrenados para el sacrificio.

¿Podemos entonces hacer algo por su bien, y por el nuestro propio (léase más pensiones y menos disgustos)?

La respuesta es sí. Enseñarles a aceptar una recompensa mayor, si bien retrasada en el tiempo. Y esto ha sido demostrado por la Universidad de Standford gracias a un experimento realizado en 1972 y cuyos resultados se han seguido controlando entre los participantes hasta hoy. Se conoce como “el experimento del marshmallow”.

Desarrollado por Walter Mischel, consistía en ofrecer a cada niño participante la posibilidad de obtener dos “nubes” siempre que no se comiera la que tenía delante y tras esperar a que el investigador retornara a la habitación del experimento dejando al niño solo con su nube.

Obviamente, había de todo, desde el que aplica lo de “más vale pájaro en mano” y se comía la nube en cuanto el investigador salía, los que se debatían un corto o largo rato y finalmente sucumbían a la tentación y aquellos que ponían por encima la recompensa futura y aguantaban el tirón.

Lo más importante es lo que se conoció después, tras estudiar durante los años siguientes a esos niños, evidenciándose que aquellos que exhibieron “gratificación retrasada” a menudo terminaron con niveles más bajos de abuso de drogas, mejor respuesta al estrés y habilidades sociales más elevadas. Siguiendo el progreso de cada niño durante la edad adulta descubrieron que aquellos que esperaban pacientemente la segunda nube tendían a superar a los demás en casi todos los aspectos de la vida. La serie de experimentos demostró claramente que la gratificación retrasada es fundamental para el éxito en la vida.

Para nuestra desgracia, hoy en día prima la gratificación instantánea y esta no es satisfactoria, además de crear algunos comportamientos tóxicos. Hay muchas maneras en que la gratificación retrasada puede beneficiarnos en nuestra vida. Por ejemplo, si te abstienes de comer alimentos poco saludables cuando surge el impulso, estarás más en forma y saludable a largo plazo. Lo mismo ocurre si te abstienes del sillón ball. Si no te excedes, viendo episodios de más en Netflix, serás más productivo en tu trabajo al día siguiente. La gratificación retrasada a menudo significa colocar las tareas más importantes en una posición más alta en tu lista de prioridades, lo cual –es obvio– te beneficia, ya sea en tu salud, en tu trabajo o en tu vida familiar.

Como padres, tenemos la responsabilidad de enseñarles a aceptar una recompensa mayor, si bien retrasada en el tiempo

De modo que, como padres, tenemos la responsabilidad de ayudar a nuestros hijos a obtener lo mejor en sus vidas. Ayudar es protegerlos de las influencias que puedan mermar su capacidad para desarrollar el poder de la contención y la capacidad de decir no; limitar el tiempo en los dispositivos que los distraen de asuntos que, siendo prioritarios, así deberían considerarlos. En resumen, que lo primero es lo primero y que seguir el orden tiene dos nubes de recompensa.

En otras palabras, se trata de instaurar un sistema para la gratificación retrasada prometiéndole a tu hijo pequeñas recompensas por cualquier trabajo realizado y luego cumpliéndolo, claro. Si lo haces de forma continua, su cerebro automáticamente gravitará hacia realizar el trabajo duro primero. Vamos, que es lo que nos hacían a nosotros con lo de “no dejes para mañana…”. Lo que pasa que era época más de palo que de zanahoria.

Buena suerte.

Fuente: Enrique Areilza para NT de Binter.