General Electric no se muda a Boston por las vistas precisamente, por impresionantes que sean. La mudanza es fruto de la feroz batalla por el talento de los millennial. Stamford en Connecticut no era una oferta lo suficientemente atractiva para esta generación que prefiere vivir en grandes ciudades como Boston, San Francisco o Nueva York. Los jóvenes ya no viven donde hay trabajo, trabajan donde quieren vivir. Si la montaña no va a Mahoma…
Y es que lo que cautivó a los padres no funciona con los hijos. El trabajo a jornada completa, el entorno laboral estable, el progreso gradual y el plan de jubilación se van al garete junto con la casita con jardín en el barrio residencial de las afueras.
Las encuestas retratan una generación que anhela condiciones de trabajo flexibles y prioriza el equilibrio entre vida laboral y personal por encima de un rápido ascenso. Son menos leales en el sentido tradicional y estarán listos para abandonar el barco si sus empleadores los decepcionan.
Pero las empresas se quedan cortas en sus esfuerzos por atrapar a estos jóvenes tan preparados, la mayoría intenta convencer sus mentes escépticas con méritos y cambios superficiales en sus políticas. Deberían de seguir el audaz ejemplo de General Electric y replantearse lo que ofrecen, porque en 2025 los millennials supondrán el 75% de la fuerza laboral mundial, y tan importante como la ubicación son los programas de formación intensivos y el sentido de misión que tanto ansían.
Como aperitivo, las empresas podrían servir una revisión de cómo tienen estructurado el trabajo. Todas las encuestas demuestran que los jóvenes prefieren horarios flexibles, con libertad para trabajar desde casa – o desde el parque – si así se les antoja. Esto ha dado lugar a la “gig economy” que podríamos traducir por “economía de los bolos”, sistema en el que a través de portales en internet se ponen en contacto profesionales y empleadores para trabajos puntuales, y no estamos hablando de electricistas. HourlyNerd por ejemplo, pone en contacto empresas que buscan consultores con jóvenes que tienen un MBA y buscan una relación profesional sin ataduras.
El desarrollo profesional también se encuentra entre las máximas prioridades de los millennials, por eso hay que prestar tanta atención a los programas de mentoring, un concepto ampliamente aceptado que demasiado a menudo degenera en unos cuantos almuerzos al año totalmente infructíferos.
Aunque todo esto de nada servirá si falta la pieza clave del puzle. La empresa deberá tener una misión, que deberá ser clara y diferente de maximizar beneficios. En un reciente estudio de Deloitte, nueve de cada diez millennials afirmaron que las empresas deberían ser juzgadas por algo más que por un balance positivo.
Lo que está claro es que la sociedad tal y como la conocíamos se extingue, se están escribiendo las nuevas reglas y a las empresas no les queda otra que aprender a jugar, o morir.
Fuente: Joseph Fuller para Working Knowledge